Reflexiones sobre los servicios en la nube

Desde hace unos pocos años se ha extendido la tendencia a contratar servicios digitales basados en la tecnología de la nube. Esto es, pagas una cuota y una compañía te ofrece almacenamiento, música, películas, videojuegos, programas informáticos o cualquier otra cosa que se te pueda ocurrir. Mientras puedes permitírtelo, tienes un buen servicio y cuando cancelas el contrato dejas de tenerlo.
Todo resulta más sencillo de este modo, evitas perder el tiempo yendo a la tienda a comprar discos o cualquier soporte físico de tipo informático y las cuotas no suelen superar los diez euros mensuales, con lo que resulta asequible para cualquier trabajador con un sueldo decente.
Como decía, por comodidad y precio esta clase de servicios han encontrado acomodo en nuestra sociedad y cada vez están más implantados. Incluso para los acostumbrados a no pagar nada por la piratería resulta una ventaja porque evita el tiempo de navegar por páginas llenas de virus y onerosos tiempos de descarga.
Lo que no solemos tener en cuenta es el alcance que pueden tener y cómo estamos dejando que las grandes empresas accedan con total alegría a nuestros usos y costumbres, monopolicen la cultura y seleccionen lo que nos puede interesar o no.
¿Suena a distopía cyberpunk? Me gustaría compartir algunas reflexiones en torno a esta cuestión.
Por ejemplo, pongamos que contratas un servicio de televisión en línea. Pulsas un botón y accedes a cientos de películas y series con imagen de alta calidad. Es comodísimo, pero detrás del programita que ves en pantalla hay un envío constante de información sobre tus gustos, costumbres, tiempo del que dispones para ver contenidos, afinidades políticas, etc. El propio programa aprende de ti, te muestra lo que te puede interesar y selecciona por ti lo que deberías ver dando visibilidad a unas cosas sobre otras.
Como pagas una cuota es usual que además te centres en lo que te ofrece ese servicio en cuestión y limites lo que reproduces a lo que te ofrece esa compañía. Si no dispone de, por ejemplo, cine clásico, no ves cine clásico. Si hay un estudio de cine que no le interesa, no ves lo que ha creado ese estudio. Si hay determinadas ideas que no quiere que estén presentes... no están.
Nada te obliga por la fuerza a ver lo que quiere la compañía, claro, pero el hecho de pagar una cuota hace que el deseo de aprovechar el servicio genere una dinámica en la que vas a seguir lo que esta favorezca que sigas.
Por si fuera poco, la propia dependencia que se crea hacia la plataforma hace que los creadores que no están en ella y no pasen sus filtros, sencillamente para el espectador no existan.
Hace unos años empezaron a proliferar las videotecas públicas, normalmente secciones dentro de las bibliotecas dedicadas a difundir la cultura cinematográfica. Pensemos en qué pasara con ellas cuando las compañías que están comprando estudios de cine a todo pasto dejen de producir en formato físico para acaparar todo contenido sobre el que posean derechos en su plataforma de difusión, da igual que sea actual o tenga cien años. O en un profesor, que cuando trate de poner una película en clase deba hacerlo a través de uno de estos servicios, que tendrán en todo momento localizado dónde, cuándo y cómo se están difundiendo sus productos.
Ahora piensa en los videojuegos, una forma de ocio que está superando a cualquier otra en consumo y volumen de negocio. Las grandes compañías dedicadas a esa cuestión están invirtiendo millones en los servicios en la nube. Hasta hace poco, cuando querías jugar a uno, ponías el disco, el cartucho o la tarjeta en un reproductor, es decir, en una consola o un ordenador. El juego arrancaba y lo disfrutabas. Cuando te cansabas, sacabas el disco y lo guardabas en un armario. Aunque legalmente no fueras el propietario del juego, la licencia de uso nadie te la podía quitar a menos que alguien entrase a robar en tu casa.
Los sistemas en la nube quieren acabar con eso. Como es sabido, pagas una cuota y mientras estés dado de alta juegas. Para que el sistema funcione, debes estar conectado de manera constante, lo que quiere decir que una compañía puede monitorizar en todo momento a qué juegas, cómo juegas y qué decisiones tomas en el juego. Hacer estudios sobre psicología de masas está servido en este sentido. Basta que luego vendas los resultados o que se pierdan para usarlos con cualquier fin. Piensa en campañas políticas o comerciales basadas en ellos. ¿Puede existir la democracia si alguien controla los medios de comunicación hasta tal punto de que exista la posibilidad total de manipular la opinión pública? Piensa en ciertos partidos con esa información al alcance de la mano, o en grupos de presión que representan a grandes compañías e influyen en la política de los Estados.
La nube no se limita a contenidos multimedia sino a otra clase de servicios como las redes sociales, el almacenamiento de documentos, correo electrónico, contraseñas o cualquier elemento susceptible de ser grabado. No nos damos cuenta de lo que hacemos al permitir el acceso a nuestra vida privada a las grandes compañías. Llega un momento en el que lo saben todo de ti, desde si estás enfermo a tus intereses más íntimos. La información es poder y la estamos regalando sin darnos cuenta. Basta con que alguien la coja y la use para cualquier fin.

Conclusiones

Los servicios en la nube son cómodos, relativamente baratos y brindan muchas facilidades, pero en contrapartida permitimos de forma paulatina que unas pocas compañías se hagan dueñas de la producción cultural. En unos años, puede que no haya vuelta atrás. El movimiento por una cultura libre de hecho ha buscado justo lo contrario a través, por ejemplo, de las licencias que blindaban su difusión en cualquier medio sin posibilidad de que nadie la acaparase. No se trataba, como decía Richard Stallman, de buscar cerveza gratis, sino de que una persona tenga la posibilidad de acceder al conocimiento sin que una compañía privada medie y sin depender del poder adquisitivo de una persona. No puede haber educación pública y democracia sin cultura libre.

Comentarios

  1. Interesante reflexión. ¿Qué propones para garantizar el acceso libre a la cultura? Libre no me refiero gratis, sino libre elección.

    He encontrado el blog de casualidad y me está gustando, me parecen buenos contenidos. Lo agrego al lector :)

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  2. Hola Sergio, bienvenido al blog :-)
    En primer lugar propongo el uso de licencias libres, las cuales son fundamentales para garantizar que un trabajo no pueda ser privatizado. En segundo, realizar campañas para dar a conocer el movimiento por la cultura libre y su filosofía, que está basada en la libertad, no necesariamente en la gratuidad. Tan sencillo como dar charlas sobre la cuestión en la casa de cultura de tu localidad o hablar de ello con tus amistades. En tercero, promover medidas como la creación de webs-repositorio con contenidos libres, que ya existen. En cuarto, fomentar desde las autoridades ventajas fiscales u otras medidas para hacer atractivo a los autores que publiquen con esta clase de licencias.
    La concienciación es básica, en el sentido de que hay que olvidar que libre significa gratis. El trabajo ajeno posee un valor y no se publica con esta clase de licencias para regalarlo necesariamente, sino para permitir que otras personas puedan incluso mejorarlo o adaptarlo a sus necesidades.
    También hay obras mixtas, en las que una parte es privada y la otra pública.
    Te recomiendo la lectura de las obras de Richard Stallman y Lawrence Lessig, que explican con más detenimiento toda esta cuestión y son muy interesantes.
    Me alegra mucho que te haya gustado el blog, un abrazo :-)

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    Respuestas
    1. A nivel de literatura o juegos lo veo más factible. Con Espada Negra empecé a conocer el paga lo que quieras y cultura libre y accesible. El Creative Commons que utilizan algunos juegos o editoriales como Editorial Sombra , la marca del este, y otros más.

      Pero en el aspecto audiovisual de series y películas lo veo mucho más difícil de conseguir o al menos acercarnos. El control de las grandes plataformas como Netflix, HBO o el próximo de Disney dejan poco hueco al resto.

      Tomo nota de esas obras.

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