La luna de Lenthor

Hoy, decimonoveno día del noveno mes del decimonoveno año de este siglo, ha salido a la venta Los asesinatos del Juguetero  (redoble de tambores y trompetas), nada menos que nueve años después de que empezase a escribir la primera línea de esta aventura. Por si fuera poco, nací un día nueve, mi padre murió un día nueve y la onomástica de ambos es un día diecinueve, por lo que se puede decir que en lo bueno y en lo malo es un número que siempre me ha acompañado. Supongo que cuando llega la nona los astros se alinean y que en algún lugar del cosmos criaturas innombrables comienzan una procesión enloquecedora tocando sus aulos en torno al caos infinito de Azathoth, manipulando los hilos de la causalidad e influyendo de este modo en mi destino. O, si hacemos caso a los romanos, es cosa de la parca del mismo nombre. También hoy me ha llegado el esperado paquete con los ejemplares de cortesía y he podido ver que ha quedado un libro precioso, desde la fantástica ilustración de la portada

Para quien no me conozca todavía y no sea asiduo a este blog, me presento: soy José Mariano Sáez, el autor de Los asesinatos del Juguetero (reverencia, reverencia). Aunque solo tengo presencia en la red social MeWe estoy al tanto de casi todo lo que se cuece en los mentideros digitales y he visto que una de las cosas que más controversia ha generado de la obra ha sido la decisión de elegir el sistema Hitos como base para una historia de los Mitos de Cthulhu. En su día me decidí por este reglamento porque posee licencia abierta y su mecánica interna está enfocada hacia profundizar en los aspectos narrativos, que es la base de la aventura. No es de esos sistemas que se consideran narrativos por tener una mecánica sencilla que no estorba, es narrativo porque de hecho favorece que quienes lo juegan introduzcan constantemente elementos en la trama y se impliquen en ella de forma creativa, compartiendo la tarea con el director de juego. Sin embargo, soy consciente de que hay personas

El afamado director Rodríguez de Castellblanc, hombre de pulcra estirpe y acrisolada moral, entró en la sucursal del banco de España con la puntualidad acostumbrada, esgrimiendo un ejemplar doblado del diario de Luca de Tena, cuya tinta aún se sentía fresca bajo el brazo. En primera página, las hazañas de los desembarcados en Annual contra las huestes del infame Abd-el-Krim al mando del general Miguel Primo de Rivera, director militar de España. Un patriota no podía estar de mejor humor. Saludó con deferencia a sus empleados haciendo una leve inclinación en el gesto, se permitió hacer alguna observación caballerosa a las señoras mientras se atusaba el cuidadísimo bigote y se condujo hacia su despacho con la elegancia y donaire que tanto le caracterizaban. Un botones se prestó a recogerle la levita, el bastón y el sombrero, tras lo cual recibió un óbolo que era más limosna que propina, pues Castellblanc era de la firme opinión de que la generosidad con el empleado debe ser comedida,