Lo que podemos aprender de Shenmue a la hora de diseñar aventuras
Todo el que me conoce sabe que mi consola favorita de todos los tiempos es la Dreamcast, una máquina de Sega lanzada en 1999. Lo tenía todo: innovación técnica, accesorios imaginativos, un catálogo de juegos novedoso, compatibilidad con las recreativas basadas en la placa Naomi y fue la primera en ofrecer juego y navegación por Internet gratuitos. Por si fuera poco, tuvo una de las campañas de mercadotecnia más trabajadas que he visto en la industria. Nunca me olvidaré del eslogan leído con la voz del doblador de Jack Nicholson: «A todos nos gusta jugar, ¿por qué no jugamos juntos? Dreamcast», ni tampoco del día en el que me regalaron una copia física de ChuChu Rocket! para inaugurar el juego en línea. Sega te hacía sentir que tenías algo valioso e importante, no solo un mero reproductor. Entre las muchas cosas buenas que tuvo esa consola, hubo un juego que fue la sensación del momento, algo que, decían las revistas especializadas, nunca se había visto: Shenmue , que fue lanzado en ...