Los asesinatos del Juguetero

El afamado director Rodríguez de Castellblanc, hombre de pulcra estirpe y acrisolada moral, entró en la sucursal del banco de España con la puntualidad acostumbrada, esgrimiendo un ejemplar doblado del diario de Luca de Tena, cuya tinta aún se sentía fresca bajo el brazo. En primera página, las hazañas de los desembarcados en Annual contra las huestes del infame Abd-el-Krim al mando del general Miguel Primo de Rivera, director militar de España. Un patriota no podía estar de mejor humor.

Saludó con deferencia a sus empleados haciendo una leve inclinación en el gesto, se permitió hacer alguna observación caballerosa a las señoras mientras se atusaba el cuidadísimo bigote y se condujo hacia su despacho con la elegancia y donaire que tanto le caracterizaban. Un botones se prestó a recogerle la levita, el bastón y el sombrero, tras lo cual recibió un óbolo que era más limosna que propina, pues Castellblanc era de la firme opinión de que la generosidad con el empleado debe ser comedida, dado que se corre el riesgo de generar servil ambición.

Se sentó al tiempo que observaba la animación matutina de la avenida a través del ventanón de cristal y tuvo la vanidad de comparar los escasos automóviles que circulaban con su flamante Rolls-Royce Silver Ghost. Comprobó que su trono de cuero recién tapizado merecía las pesetas que había regateado su lacayo, quien había recibido una oportuna regañina por no haber logrado mejor precio. Encendió su pipa repleta de tabaco cubano y observó el paquete que le había traído la secretaria, recién recibido de Correos. Un regalo de la patronal por su cumpleaños.

Observó por unos instantes el suave papel de color rojo carmesí y su esmerada lazada dorada, los cuales retiró con mucho cuidado. Se encontró con una inquietante reproducción de la criatura de Collodi, un Pinocho articulado del tamaño de un niño de diez años, de madera maciza y vestido con ropas de algodón hechas a mano. Desde luego, una talla exquisita que haría las delicias de su primogénito en sus horas de esparcimiento, pero la expresión de la cara era de lo más grotesco. Una sonrisa torcida y cínica, capaz de oscurecer los sueños de un infante, y unos ojos brillantes, acuosos, casi vivos. Sintió que esa mirada se le clavaba en la mente y le reprochaba cuitas pasadas, adversarios vencidos, pecados que tendría que pagar, y traía los saludos de alguien que no olvida. Se puso pálido. Solo era un muñeco, pero quería esa cosa fuera.

La secretaria acudió a la llamada imperiosa de Castellblanc, dejando a medias la charla sobre el matrimonio de la chacha, que andaba fregando genuflexa y de manera esforzada el suelo. Sus gritos helaron a los empleados, que dejaron a algunos clientes con la palabra en la boca, contra lo que venía siendo costumbre en una casa donde el protocolo y los buenos modales eran seña de identidad.

La turba de curiosos vio a la mujer con la expresión desencajada por el horror en el suelo, pegada a la pared y pataleando con frenesí en un intento de huir de un persecutor invisible, como si algo demoníaco se le hubiese manifestado. Los curiosos se agolparon en torno a la puerta del despacho del director del banco, cuyo rostro había sido atravesado desde la cuenca del ojo por un pedazo de madera extensible que partía de la cara del muñeco. En la faz de Castellblanc, en su espanto bañado con la sangre que manaba de la cuenca mancillada, se veían aflorar secretos inconfesables que se representaban en una versión invertida del cuento, donde el interrogado no era el pequeño sino quien había fabricado tenebrosas realidades con sus negocios que ahora venían a reclamar una vieja deuda, un juego macabro de lectura de almas en el que quien no es sincero, pierde.

El muñeco, con una evidente falta de mal gusto pero muy a tino con la situación, sonreía a través de esa expresión pintada en la talla. Parecía burlarse de la muchedumbre o que lanzara una mirada llena de sorna, incluso cómplice, a los presentes, por la muerte de un déspota que siempre les cicateaba el salario, miembro de una dinastía que se había erigido arrancando la plata al Perú sobre las espaldas de los sometidos, el opio a los chinos en connivencia con los intereses de la pérfida Albión y el hierro a los rifeños a costa de la vida de los quintos.

La cordura de quienes observaban habría resultado mermada si el proceso de asimilación de la realidad horrible que se estaba contemplando se hubiera completado. Pero la explosión que vino del interior del muñeco los sacó del sopor y el fuego arrasó el banco hasta reducir el imperio Castellblanc a cenizas.

Los periódicos hablaron de un fallo en el suministro de gas.

En los bajos fondos de la España de los años 20 se habla del mito del Juguetero, un hombre tan infame que se le ha llegado a llamar criminal, terrorista, asesino o incluso demonio, pero al que las autoridades consideran simplemente como un peligroso anarquista con el que hay que acabar. 

Nadie sabe nada concreto de él, ni los verdaderos anarquistas, ni las fuerzas del orden. Sus ingenios hacen volar sedes bancarias, matan hombres poderosos y sus sicarios tan pronto aparecen como se volatilizan sin dejar rastro. Es rápido, es eficaz y es letal. 

Los que le han visto actuar dicen que maneja poderes que están más allá de la compresión. Por eso el rey Alfonso XIII y el director de la Guardia Civil Ricardo Burguete han decidido reunir en secreto un grupo especializado en resolver casos poco convencionales para detenerlo y capturarlo, vivo o muerto. 

Vosotros sois ese grupo, gente de mala reputación y oscuro pasado hambrienta de saberes ocultos. ¿Aceptaréis el reto y os enfrentaréis al submundo arcano de la España de los Mitos de Cthulhu? ¡Adelante valientes, la aventura os espera!

Hoy Nosolorol Ediciones ha anunciado la publicación de Los asesinatos del Juguetero, una aventura autojugable con ambientación de época escrita por un servidor de ustedes para el sistema Hitos. Se trata de una historia de investigación clásica de los Mitos de Cthulhu al estilo de las que publicaba Joc a finales de los años 80. En ella se hará un viaje desde la capital del reino de España hasta lo más profundo de las tierras valencianas, en medio de un temporal de nieve que hará que los protagonistas queden aislados en un lugar donde resuenan terribles ecos de tiempos remotos y quedarán reveladas inenarrables verdades ancestrales. 

Con esta premisa tan lovecraftiana he tratado de tejer una aventura de misterio donde la ambientación histórica tenga un peso considerable y el propio entorno no sea un mero decorado, sino protagonista. Por esa razón, en el propio libro se ofrece todo lo necesario a nivel histórico para favorecer la inmersión en la vida cotidiana y en los problemas sociales de la propia época.

Soy un apasionado de la microhistoria y encuentro fascinante observar el pasado desde la óptica del día a día, a veces lejos de los grandes acontecimientos, y ver cómo multitud de pequeños elementos forman un sistema con sentido en sí mismo, que no deja de ser una réplica de otros de mayor escala.

El rol permite una oportunidad única para realizar una representación de esos pequeños mundos y poder sumergirte en una reconstrucción casi viva del pasado para llevarte a lo más importante: una reflexión sobre nuestro presente.

Si te gusta que en una ficción histórica se atienda a los pequeños detalles, si disfrutas un estilo de juego metódico y reflexivo, si te emociona sumergirte hasta el tuétano en la época que se representa, y sobre todo si te encanta la literatura pulp y en particular la de Lovecraft, estoy convencido de que vas a disfrutar Los asesinatos del Juguetero. No habría nada en el mundo que me hiciera más feliz.

Queridos amigos y lectores, en breve, cuando veamos el libro en las tiendas, veremos si el esfuerzo ha merecido la pena.

¡Hasta pronto!

Una fantástica portada de Alejandro Villén